La difícil labor periodística en zonas de conflicto


 Mikel Ayestarán
 
“No hay ninguna nota que valga la vida, ni la de las personas que te acompañan”, dice Mikel Ayestarán. Sin embargo, hoy él es uno de los más influyentes del periodismo de conflicto, corresponsal del grupo Vocento y colaborador de EiTB. Ayestarán recorre las zonas calientes del globo con una mochila de 10 kilos a la espalda y un ordenador portátil. Estos elementos, lo acompañan en la búsqueda de noticias de máxima audiencia. Su gran pasión por el breaking news, lo ha llevado a dirigir sus reportajes hacia la población civil, víctimas del conflicto armado por los enfrentamientos de grupos extremistas en tierras occidentales.

Frente a unos 10 mil  participantes entre periodistas y estudiantes de comunicación social de varias regiones del Ecuador, Mikel Ayestarán dicta bajo la mirada atenta del auditorio una charla sobre “La difícil labor periodística en zonas de guerra”, propiciado por la Secretaría de Comunicación (Secom),  que por segundo año consecutivo organiza la Cumbre para un Periodismo Responsable (Cupre) en la ciudad de Guayaquil.

Aquí relata que antes del periodismo, primero se dedicó a sacar puertas derechas de los Volkswagen. Se relacionó con varias fuentes de trabajo accesibles como pizzerías, bares, y talleres. De esta manera consiguió el dinero suficiente para  realizar sus propios trabajos audiovisuales y, de forma parcial, viajó para intentar vender reportajes. En España y en cualquier país de Latinoamérica vivir del periodismo, desde el primer día, es casi imposible, señaló Ayestarán.

Este impetuoso periodista de 39 años, graduado como licenciado en comunicación social de la Universidad del País Vasco, utiliza esa  fórmula por mucho tiempo. Hasta que en el año 1997 consigue un contrato en  El Faro de Ceuta, donde tuvo su primer contacto con el islam y, en  el año 98 forma parte del Diario Vasco que pertenece al grupo Vocento,   grupo de prensa escrita más importante en España.

Se está echando tanto gente de los medios convencionales que se ha generado muchos huecos y hay que llenarlos”,  enfatizó Mikel, refiriéndose a los últimos despidos intempestivos que se han efectuado en Ecuador, así como en otros países. Todo este compendio de historias, como si estuviesen vinculadas a los relatos de Lovecraft, intervinieron en su decisión de apostarle al periodismo freelance como eje principal de su carrera.

En la actualidad, establecerse como freelance está muy en boga y muchos profesionales de la comunicación han optado por convertirse en trabajadores autónomos e independientes. Sin embargo, el factor diferencial entre un periodista de plantilla y un freelance es básicamente que al “freelance” le pagan por el producto que entrega; no por el tiempo que pasa para hacer ese producto. Pero, a pesar de las etiquetas, Ayestarán establece la otra cara del periodismo en solitario.

“El periodismo que yo hago, lo llamo de maleta y, hay que tener en cuenta que se debe invertir en material, hay que gastar dinero en satélites, cámaras, mochilas y, hay que tener disponibilidad de tiempo absoluta las 24 horas de los 365 días del año”. Por eso, establecerse como freelance es permanecer a la expectativa de la noticia, aunque muy lejos de las conjeturas que acompañan a los informadores.

En uno de los ejes sustanciales de la conferencia, Ayestarán descarga frente al público imágenes del equipo completo para la realización de coberturas, que oscila en un precio mínimo de $6.000. Mientras los describe, Ayestarán asiente con la cabeza. Usa una chaqueta color café y tiene un aire de apasionado conocedor incorregible, el entrañable amigo de un cometido sugestivo que inspira a los jóvenes estudiantes que observan su apego y vehemencia a la profesión.

El Mapa Ayestaranistán





Durante los primeros cuatro años se sitúa en Irán, Irak, Afganistán y Pakistán, zonas consideradas de alto riesgo, donde la escasez de corresponsales genera la necesidad a los medios de comunicación de contratar a trabajadores independientes que los abastezcan de información. Es entonces que en el año 2011, después de las revoluciones árabes su mapa se extendie rápidamente hacia Túnez hasta llegar a Yemen. Un año intenso, debido a la coalición liderada por  Arabia Saudita.

Ya en ese tiempo obtiene tres premios por sus coberturas internacionales, como el Premio Nacional de Periodismo Manuel Alcántara para periodistas jóvenes (2005) por su cobertura en Palestina. En el 2006, gana el Premio Comunicación y Periodismo gracias a su cobertura en Líbano. Y en el 2010 es merecedor del Premio al Mejor Corresponsal Extranjero 2009 del Club Internacional de Prensa (CIP).

Entre flashes y camarógrafos que transitan en sentidos contrarios,  Ayestarán lanza algunas frases sueltas sobre las situaciones que viven los llamados "enviados especiales", cuando por ejemplo, dice "En el momento en que un periodista está metido en un conflicto permanece absolutamente absorbido y piensa que es lo más importante del mundo; sin embargo cuando mira la televisión o abre un periódico se encuentra con Isabel Pantoja, la corrupción en Bankia y prácticamente ya no hay sitio para internacional... todo es noticia local y muy fuerte"

Una de las luchas que enfrentan los corresponsales es medirse con la audiencia, feroz monstruo ávido de información; una fiera que entresaca la envergadura de los titulares, y a la vez, coteja la realidad con las primicias noticiosas del medio. Este esquema erigido con austeridad obliga a los “freelance” a desatender las zonas que han sido brutalmente devastadas, y solo mencionarlas como una frustrante paradoja, mientras revisan sus no tan viejos archivos

Aun así, Mikel Ayestarán, siempre ha destacado por el rigor y objetividad de sus crónicas, donde siempre está presente el lado humano de quienes sufren las consecuencias devastadoras de las guerras. Durante la ponencia, el periodista deliberadamente relata las posiciones ideológicas establecidas en una contienda.

"Hay un lenguaje común en todos los conflictos del mundo es el de las víctimas”, advierte con tono serio, "los civiles son los únicos que no te van a mentir, y que no tienen un departamento de prensa o un ejército que va a intentar llevarte por un camino o  un grupo paramilitar que intente desviarte, pero la gente que está en la calle con hambre son los que te van contar la verdad. Ellos son los que no intentarán llevarte a un sitio u otro”.

Por otro lado, los intereses occidentales están en peligro, debido a la necesidad que nos venden los diferentes gobiernos de hacer una guerra innecesaria a miles de kilómetros para que no llegue a nuestros países. Estas medidas no son tan desconocidas, pero si vilipendiadas por las máximas “deidades” de nuestros tiempos. Aun así, el contraste de diversas doctrinas, manejadas entre oriente y occidente, imponen una gran barrera en el deber de comunicar sobre los acontecimientos de un conflicto, el cual ha caído en un gran agujero negro, gracias a las restricciones impuestas a la prensa.

Estas reflexiones son transmitidas a través de Mikel Ayestarán, quien no solo muestra una forma de periodismo, sino una forma de vida, anteponiendo siempre la sensibilidad en cada relato. Las historias que intentan transmitir los periodistas no alivian las situaciones de las comunidades que aún viven la guerra, pero dejan en evidencia la deshumanización de los gobiernos y sus más viles intereses.




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